La
historia de la ópera
La ópera fue otro fruto del renacimiento italiano, y
como tal, no es casualidad que sus raíces se tejieran en la creativa
exuberancia de Florencia. Durante la última década del siglo XVI, un grupo de
artistas, músicos y poetas, llamados la “Camerata”, se reunieron allí para
promover el renacimiento del teatro griego. Y se les ocurrió la idea de que
estas historias podían contarse como una ópera in música, es decir, una obra de
música.
Claudio Monteverdi es considerado el padre de la ópera
porque llevó el experimento florentino más allá: con Orfeo, estrenada en
Mantua, en 1607, absorbió su público con un drama lírico. El nuevo arte se
extendió rápidamente a otras cortes y pronto llegó a Venecia. Allí, con la
apertura del primer teatro de ópera de la ciudad en 1637, fue llegando un nuevo
público. A finales del siglo, Venecia podía jactarse de tener 17 teatros, y el
amor italiano por la ópera quedó sellado.
A la ciudad nunca le faltaron compositores como
Antonio Vivaldi, su estrella de principios del siglo XVIII. Las cortes reales
europeas también querían disfrutar el nuevo divertimento, y los italianos
solían facilitarlo, siendo Jean-Baptiste Lully quien introdujo la ópera en
Francia como compositor oficial de Luis XIV.
George Friederic Handel, un alemán, popularizó la
ópera en Londres del siglo XVIII, a pesar de que la primera ópera en inglés
fuera Dido y Eneas de Henry Purcell, que ya se representó en 1689.